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  • Foto del escritorPastor Israel Chapa Pérez

¿Eres tu propio enemigo?


Si examinas tu vida y te das cuenta de que hay cosas con las cuales no estás conforme, ¿a qué crees que se debe?


Muchas veces, no son las circunstancias ni las personas quienes nos impiden lograr nuestras metas, sino nosotros mismos. Vivimos tan encerrados en nuestros propios pensamientos y actitudes que, a menudo, éstos se convierten en nuestro peor enemigo.


Si quieres saber si es tu caso, identifica las siguientes señales en tu vida:


1. Crees que debes tener éxito en todo y no te permites fallar:


Quieres emprender nuevos proyectos y aventuras, pero no soportas la idea de fallar. Si haces algo mal o crees que no obtuviste los resultados que esperabas, te sientes frustrado, enojado y resentido contigo mismo. Usualmente te culpas por todo lo malo que ocurre, incluso cuando no fue tu error.


2. Piensas que no eres capaz:


Quieres hacer algo pero sientes que te faltan muchos conocimientos o herramientas para intentarlo. Te parece como si tus capacidades y talentos no son suficientes para alcanzar lo que quieres y, en lugar de buscar una solución a esto, te estresas y no buscas la salida.


3. Te culpas por todo lo malo que ocurre:


Te es más fácil detectar tus defectos que tus virtudes. Puede señalar con facilidad las cosas que haces mal, pero no reconoces que tienes fortalezas y puedes trabajar con ellas. Si algo sale mal, asumes la culpa hasta los errores más insignificantes. Si trabajas en grupo, piensas que los demás estarían mejor sin ti, porque crees que podrías ser un impedimento para que ellos alcancen el éxito.


4. Eres tu peor crítico:


Puede que los demás hablen mal de ti, pero no hay peor crítico que tú mismo. Piensas que eres de lo peor y constantemente tienes adjetivos negativos para describirte. Este comportamiento se intensifica cuando fallas en algo o cuando el producto que obtienes no es como esperabas.


5. No te esfuerzas:


Te gustaría lograr cosas, pero pones poco o nada de empeño. Te rindes con facilidad y crees que no eres bueno para algo, pero no es que no tengas talento, sino que tu falta de esfuerzo te quita las opciones de ser excelente.


6. Te tomas las cosas de manera muy personal:


Si alguien te observa o llama la atención, te ofendes. Es común que te resientas por cuestiones mínimas. Incluso si alguien tiene la buena intención de aconsejarte, estás propenso a tomarlo de mala manera y optas por estar a la defensiva. Esto afecta tu relación con los demás y te vuelve muy susceptible.


7. Te guardas rencor y/o no te has perdonado:


Debido a tu actitud, estás propenso a odiarte. Hay cosas que no puedes olvidar y culpas de las cuales no eres libre. Toda esa carga hace que guardes un profundo resentimiento hacia ti mismo y te cueste perdonarte. Puede que tengas conflictos con otras personas, pero te resulta más fácil perdonarlos a ellos que a ti. Si eres tú el que ha ofendido a otro, te sientes responsable y no dejas ir tu falta, incluso si la otra persona te ha perdonado.


8. Nunca te sientes conforme con lo que haces:


Crees que eres perfeccionista, pero en realidad sientes que tus aptitudes jamás serán las adecuadas. Es por eso que no te sientes conforme con lo que logras y tampoco crees al resto cuando te dicen que hiciste un buen trabajo. Este pensamiento, lejos de motivarte a buscar la excelencia, te desanima y hace sentir como un fraude.


9. Piensas que los demás son mejores que tú:


Sin importar lo que logres, sientes que tus logros son menos que el de los demás. Te subestimas demasiado y no sabes apreciar las cualidades que tienes. Piensas que tu trabajo no se compara en nada con el de otros y, en vez de ver a los demás como una inspiración, lo ves como una meta inalcanzable.


10. Te cuesta ver tener una actitud positiva:


Eres conocido por ser negativo. Te concentras más en las cosas que pueden salir mal, que en las posibilidades de triunfo. Esta predisposición te limita y es un impedimento para que consigas aquello que deseas. Las personas que te rodean perciben esta actitud y eso les puede alejar de ti.


Proverbios 3:3-4 ¡Nunca permitas que la lealtad ni la bondad te abandonen! Átalas alrededor de tu cuello como un recordatorio. Escríbelas en lo profundo de tu corazón. Entonces tendrás tanto el favor de Dios como el de la gente, y lograrás una buena reputación.

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